jueves, 30 de agosto de 2007

La receta infalible para obtener en cuestión de 24 horas un día ciento por ciento increíble

Nombre de la receta: Menú completo con humano hervido por océano en ebullición.
Ingredientes:
- Dos seres humanos del sexo opuesto (masculino y femenino)
- Primavera (madura)
- Playa
- Sol
- Calor
- Amor (para dar y recibir)
- Hamaca paraguaya de dos plazas
- Aguas Dulces
- Dos Libros
- Bebida tropical
- Brisa
- Ganas (muchas)
- Océano
- Soledad
- Noche (con estrellas y luna en cuarto menguante)
- Pasión
Modo de preparación:
Vierta en Aguas Dulces dos personas del sexo opuesto y mézclelas con un poco de amor (para dar y recibir). Luego, encienda el fuego de la pasión para dejar que el sol y la playa entren en contacto con el calor. Cuando los seres humanos del sexo opuesto con abundante amor (para dar y recibir) estén prontos en Aguas Dulces, agregue a la receta el calor y la pasión, bien condimentados con un poco de ganas. De esta forma, su entrada o “antipasto” estará listo y podrá continuar con la preparación del plato principal. Éste, a diferencia de los demás platos principales, tiene como condición ser una versión mejorada de la entrada. De esta manera, cuando el calor primaveral del “antipasto” haga que el océano comience a hervir, mantenga la ventana de la cocina abierta por tres horas para dejar que la brisa “barra” con los grados centígrados de más. A la hora y media de haber abierto la ventana, aconseje a la persona del sexo masculino que prepare la bebida tropical que más le guste a la persona del otro sexo, para que la brisa se lleve el calor pero no la pasión. Tras haber terminado con la bebida, recueste a ambas personas en una hamaca paraguaya de dos plazas (que se encuentre colgada, preferentemente, del lado de afuera de la casa). A modo de decoración, aplique a cada una de ellas (las personas) un libro (género a gusto del consumidor) y déjelas reposar durante un par de horas para que tomen forma. A continuación, despliegue sobre el cielo una noche abundantemente estrellada con luna en cuarto menguante–de luminosidad tenue– que tenga el rol de “cobertura de chocolate con nueces” del postre en preparación. Acto seguido, coloque a las personas a merced del mar en la arena de una playa completamente desierta. Cuando vea que las olas rompen contra la orilla, remueva a los humanos de donde estaban e insértelos en el océano.
Cuando usted haya terminado, felicítese, porque acabaría de culminar con la preparación de uno de los platos más difíciles de combinar.

Entre tú y yo

Haré cócteles contigo hasta embriagarme en tu dulzura. Palpando centímetro a centímetro tu blandura, quien ose comerte no sentirá más amargura. Te desintegras en un abrir y cerrar de ojos, te disuelves a manos de quien te toca. Evita el suelo, extranjera, porque no sobrevivirás ni una hora. Tu color - que simboliza la esperanza, el que veo al abrir mi ventana y me hace sentir viva- renueva mis fuerzas día a día, y no siento más la necesidad de estar sola.
Si me preguntaran diría que te comportas casi como un huevo, aunque no tengan relación en esencia ni en presencia. Casi ovalada, casi deforme, casi un huevo; sí, pero encandilas. La fina y delicada piel que te recubre se asemeja a la Higuera de Juana de Ibarbourou: “Porque es áspera y fea…”; áspera sí, fea no.

Cierto es que tu historia goza de una gracia peculiar, ya que naces sabiendo que terminarás siendo parte esencial de mi increíblemente dulce ensalada de frutas. ¿No es eso mágico? Ahora entiendo aquellas complicadas clases de Biología, donde la profesora ponía su mejor voluntad para hacernos comprender el significado de mutualismo. Mutualismo es lo que pasa entre vos y yo, y que crea un “nosotros” aún más vigoroso. A ver si me explico, tu cuerpo frutal en descomposición pura vagando por algún suelo semi-barrido, no es de utilidad para nadie. Sin embargo la sensación de batalla ganada que produce exprimirte en la boca es –para quien te beba- la gloria, y para vos ¿qué mayor placer que el de saberte amada?
Entre los centenares de puntos a favor que implica el simple acto de comerte, yo elijo uno y lo describo: el de posarte en mis papilas gustativas para que juzguen a gusto. Y ¿qué podrán decir ellas sino alabanzas?
¡Ay de nosotras, extranjera, que nos queremos tanto!

Nepenthes

Unos meses después de haber pisado por primera vez Duino y de haber conocido casi todos los lugares que había para salir, me di cuenta de que aún faltaba uno al que deseaba con furor ir. Éste no era un lugar convencional, y que los estudiantes del United Wolrd College of the Adriatic lo pisaran estaba totalmente prohibido.
Era viernes y recuerdo perfectamente que hacía calor, por eso me había puesto una musculosa formal, tacos y los pantalones negros para parecer mayor. Aún no había cumplido los dieciocho y los italianos son bastante rígidos con la edad mínima.
–Rompamos Nepenthes -dijo Sagradín, saltándome alrededor.
–Si nos encuentran, nos matan y lo sabes -le respondí.
–Ay vamos, joder tía que nunca quieres ir -comentó Isa con cierta razón.
–¡Chamita! Anda que la noche es joven.
Lore “mala” siempre hacía ese tipo de comentarios. Ella me dijo, y con mucha certeza, que sabía lo mucho que me gustaba salir a bailar, aunque no fuera música latina. Luego, la Lore “buena” llegó corriendo con Gianpaolo y ambos nos dijeron que habían conseguido entradas para todos en Nepenthes, por cinco euros cada uno. No tuve opción y no tenía intenciones de tenerla: me fascinaba salir y todos lo sabían; sólo que de vez en cuando me hacía la difícil para matar el tiempo.
–Nos encontramos a la una después del toque de queda en Rilke Path -dijo Lore “buena”.
Todos estuvimos de acuerdo y nos fuimos para nuestros respectivos cuartos para estar presentes a la hora del toque de queda. Sólo faltaban quince minutos para las doce y media, y si Rimma nos encontraba arreglándonos a esa hora, entendería perfectamente la situación.
–Buenas noches, chicas -dijo Rimma, cerrando la puerta.
Ella nos pidió que ordenáramos y limpiáramos el cuarto, dándonos a mis compañeras de cuarto y a mí un plazo de dos días para hacerlo. Nosotras asentimos con la cabeza y le devolvimos las buenas noches.
Para ese entonces yo no vivía con Aleksandra sino con otras tres chicas: Rita, Su BeiBei y Andreja; y sólo las dos primeras se encontraban presentes.
–Roome, me voy a Nepenthes con los latinos, ¿les molesta si llego tarde?
Ellas me dijeron que no había problema mientras no hiciera ruido y Junio no me acompañara hasta allí. Ambas provenían de culturas muy tradicionalistas y les daba mucha vergüenza que las vieran durmiendo, sobretodo si ese alguien era del sexo masculino.
–Buenas noches, roome, mañana les cuento. ¿Están seguras de que no quieren venir conmigo?
–¡Rooma! -dijeron las dos al mismo tiempo.
Les sonreí y me fui a Rilke Path a encontrarme con los demás.
–Pero que bella… -me dijo Lore “mala”. Todos estaban bien vestidos, era muy raro ver a los latinos vestidos formalmente, todos compartíamos el amor por los joggings, los championes y las remeras deportivas.
–Ya es la una y media de la mañana -dijo Iván. ¿Qué hacemos? ¿Esperamos a los demás o nos vamos y que nos busquen por allá?
Todos le respondimos que preferíamos esperar un poco, la impuntualidad era marca registrada en este grupo.
Quince minutos después estábamos todos listos para partir. Zigzagueando para que nadie nos viera, fuimos escabulléndonos detrás de cada matorral, detrás de cada casita o de lo que fuera, callándonos los unos a los otros para evitar una suspensión. Duino es un pueblo hermoso pero de no más de veinte cuadras a la redonda.
Cuando llegamos al lugar recuerdo que tuve la sensación de haber entrado en un universo paralelo, totalmente psicodélico. Las luces me enceguecían y la música me descolocaba. Nunca había ido a un lugar de ese estilo, sin embargo tenía su “jeito”.
–¿Qué es esto, wey? -preguntó Daniela con aire de quien no entiende la cosa.
–Ay, chama. ¿Cómo que qué es esto? Es un bar gay -dijo Lore “buena”.
En ese momento Dani, Isa y yo abrimos la boca y los ojos de par en par: habíamos oído muchas historias acerca de ese lugar pero nunca se nos había pasado por la cabeza creerlas. Eran verdaderas y todos los “mozos” en tanga bailando juntos lo comprobaban.
Ésa fue nuestra primera de muchas veces en Nepenthes.

Sueño de una noche… de otoño

Una de la mañana: los ruidos ya parecen voces lejanas en tiempo y espacio. La plaza, casi vacía, comienza a llenarse de pasos perdidos. Cada árbol, un baño; cada banco, un hogar.
Él llega y se acuesta en uno de ellos, elegido al azar, sin tener en cuenta la buena protección que le brindan lo arbustos a su alrededor. Allí no hay tanto olor a orín y el vino en tetrabric se evaporó de sus manos. Aunque el banco esté frío y cubierto de rocío, él se acuesta de cara a las estrellas, que no se molesta en observar.
Muchas veces me he preguntado qué soñarían quienes viven en la calle, la respuesta que me formulo ha sido siempre la misma: no lo sé. ¿Será que los abrazará un frío tan helado que les llega hasta los huesos y no les permite pensar? ¿O se dejarán seducir por el fuerte pero acogedor aroma a hierbas que inunda la plaza? Ojalá los seduzca el Entrevero y les ayude a olvidar que ya es de día.
Noche cerrada, entorno silencioso, estampida. Se oyen gritos y relinchos. ¿Estará despierto? El centelleo de metales ilumina el centro de la plaza. Una espada surge por la derecha y el escudo no logra interceptarla: incisión profunda, corte doloroso. La víctima comienza a sangrar y la batalla, lentamente, se vuelve piedra. Cesan los gritos, también los relinchos, y la sangre pierde su intenso color rojo para convertirse en agua.
Nueve de la mañana y veintisiete minutos: se reincorpora y apoya ambas palmas de las manos sobre las piernas. Lo piensa dos veces y al final decide agarrar su mochila y levantarse. Tintineo, ¿monedas? ¡No! Ruido de llaves, muchas llaves grandes y pequeñas que aparecen amarradas a un pintoresco llavero. Se oye Madonna cada vez más alto... –Sí, papá, ya se que no te avisé, en quince minutos estoy en casa. No te preocupes, tengo mis llaves.