jueves, 30 de agosto de 2007

Nepenthes

Unos meses después de haber pisado por primera vez Duino y de haber conocido casi todos los lugares que había para salir, me di cuenta de que aún faltaba uno al que deseaba con furor ir. Éste no era un lugar convencional, y que los estudiantes del United Wolrd College of the Adriatic lo pisaran estaba totalmente prohibido.
Era viernes y recuerdo perfectamente que hacía calor, por eso me había puesto una musculosa formal, tacos y los pantalones negros para parecer mayor. Aún no había cumplido los dieciocho y los italianos son bastante rígidos con la edad mínima.
–Rompamos Nepenthes -dijo Sagradín, saltándome alrededor.
–Si nos encuentran, nos matan y lo sabes -le respondí.
–Ay vamos, joder tía que nunca quieres ir -comentó Isa con cierta razón.
–¡Chamita! Anda que la noche es joven.
Lore “mala” siempre hacía ese tipo de comentarios. Ella me dijo, y con mucha certeza, que sabía lo mucho que me gustaba salir a bailar, aunque no fuera música latina. Luego, la Lore “buena” llegó corriendo con Gianpaolo y ambos nos dijeron que habían conseguido entradas para todos en Nepenthes, por cinco euros cada uno. No tuve opción y no tenía intenciones de tenerla: me fascinaba salir y todos lo sabían; sólo que de vez en cuando me hacía la difícil para matar el tiempo.
–Nos encontramos a la una después del toque de queda en Rilke Path -dijo Lore “buena”.
Todos estuvimos de acuerdo y nos fuimos para nuestros respectivos cuartos para estar presentes a la hora del toque de queda. Sólo faltaban quince minutos para las doce y media, y si Rimma nos encontraba arreglándonos a esa hora, entendería perfectamente la situación.
–Buenas noches, chicas -dijo Rimma, cerrando la puerta.
Ella nos pidió que ordenáramos y limpiáramos el cuarto, dándonos a mis compañeras de cuarto y a mí un plazo de dos días para hacerlo. Nosotras asentimos con la cabeza y le devolvimos las buenas noches.
Para ese entonces yo no vivía con Aleksandra sino con otras tres chicas: Rita, Su BeiBei y Andreja; y sólo las dos primeras se encontraban presentes.
–Roome, me voy a Nepenthes con los latinos, ¿les molesta si llego tarde?
Ellas me dijeron que no había problema mientras no hiciera ruido y Junio no me acompañara hasta allí. Ambas provenían de culturas muy tradicionalistas y les daba mucha vergüenza que las vieran durmiendo, sobretodo si ese alguien era del sexo masculino.
–Buenas noches, roome, mañana les cuento. ¿Están seguras de que no quieren venir conmigo?
–¡Rooma! -dijeron las dos al mismo tiempo.
Les sonreí y me fui a Rilke Path a encontrarme con los demás.
–Pero que bella… -me dijo Lore “mala”. Todos estaban bien vestidos, era muy raro ver a los latinos vestidos formalmente, todos compartíamos el amor por los joggings, los championes y las remeras deportivas.
–Ya es la una y media de la mañana -dijo Iván. ¿Qué hacemos? ¿Esperamos a los demás o nos vamos y que nos busquen por allá?
Todos le respondimos que preferíamos esperar un poco, la impuntualidad era marca registrada en este grupo.
Quince minutos después estábamos todos listos para partir. Zigzagueando para que nadie nos viera, fuimos escabulléndonos detrás de cada matorral, detrás de cada casita o de lo que fuera, callándonos los unos a los otros para evitar una suspensión. Duino es un pueblo hermoso pero de no más de veinte cuadras a la redonda.
Cuando llegamos al lugar recuerdo que tuve la sensación de haber entrado en un universo paralelo, totalmente psicodélico. Las luces me enceguecían y la música me descolocaba. Nunca había ido a un lugar de ese estilo, sin embargo tenía su “jeito”.
–¿Qué es esto, wey? -preguntó Daniela con aire de quien no entiende la cosa.
–Ay, chama. ¿Cómo que qué es esto? Es un bar gay -dijo Lore “buena”.
En ese momento Dani, Isa y yo abrimos la boca y los ojos de par en par: habíamos oído muchas historias acerca de ese lugar pero nunca se nos había pasado por la cabeza creerlas. Eran verdaderas y todos los “mozos” en tanga bailando juntos lo comprobaban.
Ésa fue nuestra primera de muchas veces en Nepenthes.

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